Espacios liminales y tulipanes anaranjados

Hace un par de semanas, en lo más recóndito de la madrugada, me encontraba navegando por twitter, observando el contenido multimedia a través de mis lentes pero no poniéndole atención en realidad, sólo me encontraba, existiendo, estando, hasta que de repente un ¡bop! me saca de mi trance.
Era un mensaje de un amigo que clamaba preguntándome si conocía algo acerca de los espacios liminales.  
Contesté que no, que nunca había escuchado ese término y rápidamente me empecé a sentir culpable por no saber de ese tipo de espacio físico como futuro arquitecto.
Luego, perdido otra vez en mis pensamientos, veo el enlace a un artículo que habla sobre los espacios liminales. 
Lo leí y me explotó la cabeza. 
Esa noche tuve un descubrimiento asombroso sobre un tema desconocido para todos, pero que al mismo tiempo, también todos han estado en un espacio así.

Primeramente, ¿qué significa liminal? ¿de dónde proviene?

Liminal del latín limes, que es límite o frontera (aunque no signifique para nada ninguna de esas dos palabras) es la sensación de transición de un estado a otro, es no estar ni en un lugar ni en otro, ya sea físico o mental.

Los viajes, la enfermedad, la adolescencia son liminales, espacios de cambio donde no se pertenece ni a uno ni a otro, sólo estás pasando por ahí. También los espacios físicos pueden ser liminales, como una escuela en la madrugada, un estacionamiento vacío, el umbral de un pasillo, una cárcel con vista panóptica, y la lista sigue y sigue. 
En teoría, cualquier espacio físico puede convertirse en un espacio liminal.

¿Cómo funciona la liminalidad? 
Es un estado de ambigüedad, antelación y anhelo, una sensación de estar parado en el borde a punto de entrar al limbo, que a veces suele cruzar la línea entre lo físico y lo espiritual. 

Como el quedarte observando la estática de una televisión antigua, ir bajando las escaleras sin siquiera darte cuenta, conducir en automático desde la escuela a tu casa. 

Es un estado bastante común que día a día, los seres humanos tenemos que lidiar con el "desconectarnos de la realidad" pero seguir físicamente en el mismo lugar.

Y ya habiendo definido la liminalidad en el hombre, ¿cómo es que afecta a los espacios?

Fácil, te pondré un ejemplo con el que seguramente te sentirás identificado.

Imagina que estas de viaje y llegas a un hotel, un lugar bonito.

Entras a tu habitación y observas la decoración del empapelado de las paredes del cuarto, hmm, un verde esmeralda con tonos de blanco en las molduras, que llegan hasta el suelo pulido de madera de pino.

 -"Esto es algo elegante"- piensas.

Le dedicas atención a los cuadros que minuciosamente están colgados en el umbral de la habitación y logras identificar una extraña, pero a la vez conocida sensación de incomodidad.
Sigues viendo esos cuadros extraños, trazos de óleo abstractos a simple vista, pero que, al alejarte, una silueta de un tulipán se dibuja frente a tus ojos. Un simple tulipán anaranjado con fondo negro, que se repite en los tres cuadros que hay en todo el cuarto.

 -"Será que se quedaron sin presupuesto"- pensaste de nuevo.

Y te sigues sintiendo diferente. Inseguro. Tu sexto sentido clamando su lugar en tu cuerpo como una función necesaria para identificar el peligro que se avecina. 
Pero nada, no ves nada.

Volteas a ver tu maleta a los pies de una cama perfectamente tendida, de una forma tan prolija que parece una plancha de concreto con un edredón encima. Todo es tan perfecto y extraño, una realidad distendida y distante que, si levantas la mano y la echas hacia el frente, sientes en la piel el contacto de pequeños hilos de telaraña, aunque en realidad el cuarto esta impune y eternamente limpio frente a ti.

Giras la cabeza, y luego el cuerpo completo, hacia la puerta que va al baño, y te diriges sutilmente hacia allá con la intención de enjuagarte la cara y despejarte un poco de ¿la realidad? ¿de tu estado delirante? Decides saber que no lo sabes y entras al baño.

El reflejo encima del lavabo te observa, inerte, imitando tus movimientos como si estuvieran conectados a ti, por miles y miles de hilos invisibles, esperando la oportunidad de un descuido tuyo para el poder cortar esos hilos y desaparecer de esa dimensión alterna, abandonándote y dejándote sin miramientos hacia atrás.  
Pero te ríes y echas la cabeza hacia atrás pensando "¿podré moverme más rápido que mi reflejo?" y sigues riendo mientras tus manos forman un cuenco con agua para luego, mojarte el rostro y cerrar el grifo.

Y abres los ojos.
Te das cuenta de que esa habitación no te quiere ahí, se resiste a aceptarte así como tú te resistes a aceptarla.
Sientes que estás en un lugar propio de una dimensión alterna, donde el tiempo no corre y tu tampoco. 
Un espacio que se supone debería de recibirte con las puertas abiertas, instantáneamente se convierte en un túmulo de susurros, un olor a humedad proveniente del baño, golpes ahogados a través de los muros, ojos que te siguen con la mirada a través de los pétalos anaranjados de los tulipanes repetidos, y una sensación de indiferencia que te rechaza a cada momento y a cada paso que das. 
Que te hace divagar fuera de tu cuerpo mientras buscas asidero en otros lugares. 

Tanta es la incomodidad que sientes en esa habitación verde esmeralda con molduras blancas, que regresas a ti, a tu ser, y te das cuenta de que ni siquiera has cruzado el umbral de esa habitación.



-Sam





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